Si bien los alimentos aportan nutrientes estructurales (aminoácidos,
grasas, azúcares, minerales), tal vez la principal propiedad no sean solo sus
valiosos componentes físicos, sino su acción vitalizante sobre
nuestro metabolismo energético. Recientes investigaciones muestran
que el factor primordial en la calidad de un alimento, es su energía
solar (fotones). A través del alimento, absorbemos biofotones (partículas
luminosas), que transmiten a las células importante información biológica para
modular procesos vitales del cuerpo.
Los biofotones poseen una gran fuerza de organización y regulación que
proporciona al organismo mayor movimiento y orden, lo cual se
traduce en una marcada sensación de vitalidad y bienestar. Cuanta
más energía lumínica pueda almacenar un alimento, mayor su valor. Por ejemplo,
un fruto madurado al sol es mucho más saludable que aquel madurado
artificialmente.
Por consiguiente, la capacidad de almacenamiento de biofotones es una
medida objetiva de la calidad de nuestros alimentos. Las algas espirulina,
mediante un complejo único de pigmentos, puede almacenar todo el
espectro solar: verde (clorofila), azul (ficocianina), amarillo, naranja y rojo
(carotenoides). La medición de los biofotones confirma que la espirulina recién
cosechada es un excelente colector de energía solar.
Es un hecho que todos los seres vivos (hombres, animales y plantas),
somos seres luminosos que vivimos de estructuras de orden. El girasol,
por ejemplo, es un depósito de luz excelente, captando y almacenando energía
fotónica, y transmitiendo dicha propiedad a sus semillas e incluso al aceite
con ellas obtenido. Por tanto, nuestro alimento es portador de luz.
Cuanta más luz contengan nuestros alimentos, mayor es su
valencia biológica y menor es la cantidad de masa alimenticia
que necesitamos. Así se explica que un tomate precioso, grande y rojo
de cultivo en invernadero, madurado en cámara mediante exposición a gas
etileno, tenga menos valencia biológica que un tomate pequeño, con manchas y
mal formado, pero que ha crecido al aire libre y ha almacenado energía fotónica
del sol en su maduración natural.
Casi no conocemos el concepto de alimento vivo, puesto que
hemos aprendido a confiar solo en los análisis bioquímicos de las sustancias.
El químico analiza en sus probetas los productos químicos y como mucho, la
reacción entre ellos, pero la vida no se podrá comprobar de esta manera.
Un pequeño ejemplo: tomemos dos puñados de semillas; un puñado lo colocamos 10
segundos en un microondas. Si luego analizamos químicamente ambos puñados, no
habrá diferencia. Sin embargo, si los ponemos a germinar, el puñado de semillas
del microondas habrá perdido esa cualidad; están muertas. La vida
en sí no es visible, pero sí sus efectos.
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